Es difícil para algunas personas encontrar la conexión
entre el ser y el quehacer, la filosofía de su existencia es algo secundario
respecto a lo cotidiano, como si su vida no fuese importante, y deba por
ansiedad metafísica dar mas protagonismo
a la vida ajena que a la suya propia.
Para algunas personas, - o varias si es el caso –
explorar su mundo interno es poco mas que tratar el cerebro como si fuese un
órgano aparte, cuando en realidad es el motor de la conciencia humana.
Pero haciendo honor a la ignorancia de quien – o
quienes – hablan por desconocimiento, por doble moral, por envidia
insoslayable, y hasta por vergüenza interna de querer hacer lo que critican.
A mis cuarenta y cuatro años, si se miden con la vara
de lo cuantitativo he aprendido que cada palabra que pronuncio, que cada acción
que ejecutan mis manos, que todo sonido que coquetea con mis oídos, que cada
idea que proceso en mis adentros depende de mi estado, y su peso en mi vida se
aliviana cuando descubro una luz para mi único y exclusivo firmamento personal.
Para algunas personas cuán difícil les resulta separar
lo individual de lo colectivo, lo personal de lo ajeno, lo laboral de la vida
privada, muy pocas personas logran entenderlo.
Y por supuesto que si, el que no comprendamos algo no
nos impide el hecho de saber que existe los limites de los ajeno. Si pudiésemos
esclarecer mejor el sentido del respeto entonces podríamos comprender que
algunos comentarios o apreciaciones ajenas podrían dolerme pero la noticia es
que mi mente es mas rápida, y ahora puedo entender que mi vida, mis
sentimientos, mis acciones, no tienen que nacer, vivir ni padecer en brazos de
otros seres, sino en mi mismo, si me equivoco o no será a mi manera.
Mi asombro no disminuye al tratar de comprender el
mundo ajeno pero si ha aumentado
mis fuerzas de levantarme cada día y
abrazarme a las personas maravillosas que están en mi vida, mi hija, mi madre,
y la mujer que quiero.
Hoy no seria yo si ayer no hubiese reconocido que me
he equivocado muchas, muchas veces, que cada segundo que veo pasar mi vida se
sienta a conversar con lo que padezco a cada paso.
Es saber que quiero despertar y lavarme la mirada de
los otros, para volar al sitio mas alto que se me ha asignado comprendiendo
siempre que en mi si habitan, cohabitan y existen los limites de lo ajeno.
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