Hace muchísimos
años existía un anciano que vivía en el mismo valle desde hace una cantidad
indeterminada de años. La gente del pueblo moría con el transcurso de los años
y se preguntaba porque el viejillo seguía viviendo con la misma fuerza de una
persona de 40 años. Un día un grupo de niños cuyas edades oscilaban entre 8 y
12 años decidieron averiguar el secreto de su longevidad. Prepararon sus
aparejos y se enrumbaron en busca de la verdad, llegaron al valle justo antes
que el sol se pusiera y desde un sitio estratégicamente ubicado seguían todos
los movimientos del anciano que acariciaba sus gatos despreocupadamente, cerca
de el, pudieron contar hasta 14 gatos que tomaban leche sin cesar. Antes de
acostarse, el anciano se acerco hacia el frente de la casa, en donde tenia
plantados una gran cantidad de hongos de color violeta con puntos naranjas, se
agacho y recogió uno de ellos y mirando hacia donde estaban situados los niños
que inmediatamente se escondieron seguros de que el anciano no los había
distinguido suspiraron de alivio, el anciano levanto ambas manos y dirigiéndose
a la luna exclamo una palabras en un idioma que no era conocido y lanzando un
fuerte grito se introdujo el pequeño hongo a la boca y lo trago. Los chicos
regresaron al pueblo con toda la prisa posible y a sus espaldas el grito del
viejo retumbaba rebotando entre los cerros, cuando llegaron al pueblo, la población
estaba reunida ya que los padres de los niños se habían alertado al no
ubicarlos en el pueblo, se congregaron todos en la plaza mayo y jadiando uno de
los chicos narro con toda prisa la experiencia vivida. Felices ellos al haber descubierto
el elixir de la vida. El pueblo escucho atento el relato de los hongos mágicos
y decidió enviar a los más valientes a arrebatar el cultivo del anciano. A la
mañana siguiente, se realizo una fiesta en el pueblo y mandaron a dos emisarios
con la finalidad de invitar al viejo. El viejo acepto la invitación ya que hacían
muchas décadas que no tenia ninguna diversión aparte de cuidar a sus gatos. El
viejo acudió al pueblo con su mejor traje, bailo, canto y encanto a toda la población,
mientras que seis hombres saqueaban todo el cultivo de los hongos maravillosos.
El anciano bebió y bebió hasta que cayo, al atardecer llegaron al pueblo los
enviados con tres sacos cada uno repleto de los hongos mágicos. Nuevamente se reunió
la población y uno por uno recibió dos hongos los cuales eran tragados en el
acto. Con el alba, al canto del gallo el viejo despertó y al incorporarse vio
con asombro cerca de un millar de gatos que lo rodeaban, el viejo sin inmutarse
camino hacia su cabaña silbado una alegre melodía sabiendo que sus hongos no
iban a estar plantados en la puerta de su casa.
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